De pequeña tuve problemas con mi voz. Desconozco si esto se debió a que alguien me dijo algo acerca de ella o si yo, comparándome con las voces de las otras niñas, sonaba diferente; más grave, más ruda… voz de camionero llegué a pensar que salía de mi boca en algún momento de mi vida, que ahora parece un sueño.
Por suerte para mi voz, ese fue uno más de los tantos complejos que tuve; puede que el mas pequeño. Quizás fue un gran complejo eclipsado por todos los demás.
Los recuerdos son sueños cuando ya forman parte de una confusión, de una degeneración de la mente y ya han pasado al estatus de historia. Solo así, los complejos dejan de ser sombras pesadas que te acompañan haciendo que tu camino sea lento o que ni siquiera sea tu camino porque sé de personas que han seguido el camino de sus sombras.
Puede que tú y yo seamos de esas personas.
Por qué tienes esa voz me dijo un profesor de canto que yo esperaba que me enseñase a cantar pero se centró en aquellas chicas que ya sabían hacerlo y tenían voces preciosas, agudas.
Por qué tienes esa voz… no era la primera vez que me lo decían. Hay muchas formas de decirte por qué tienes esa voz. Puede ser de una forma velada o también directa. Normalmente la gente prefiere las veladas, esas que te hieren inmediatamente pero no te das cuenta hasta que notas que tu sombra es demasiado pesada. El profesor de canto prefirió la forma directa. Se lo agradezco. El dolor llegó rápidamente.
¿Por qué eres así? Como si por qué eres así se pudiera reprochar… ¿o sí se puede? Por qué eres así ¿significa por qué no eres como yo quiero que seas?
Por qué tienes esa voz… Por qué no me enseñas a cantar, ese es tu cometido… o es que puedo cambiar mi voz ¿puedo hacerla aguda? ¿Puedo modificarla para que te guste?
Desde que me di cuenta de que mi voz era diferente hasta el pseudo profesor de canto, hay años de diferencia; los suficientes como para que ese reproche no doliera…
Claro que dolió.
Por qué eres así… Así ¿cómo? ¿Tan grave? ¿No te gusta que sea grave? ¿Cómo debería de ser según tú? ¿Según tú es según todos y todas? ¿Y según yo?
Por qué tienes esa voz me dolió y me perdí… de nuevo.
Perdí mi voz.
Sé que he perdido mi voz cuando no me reconozco en las fotografías.
Cuando me miro en el espejo en penumbra.
Cuando me parezco a mi familia.
Cuando mi voz se pierde y no sabe por donde salir porque todo está oscuro y se queda agazapada en un rincón de mi cuerpo, asustada.
El miedo cansa.
¡Cuánto cansa el miedo!
¡Venga! ¡Haz algo! ¡Muévete!
No puedo. El miedo me deja sin ánima.
Es entonces, cansada, sin energía, temblorosa, perdida, sin saber dónde está la luz; que mi voz se vuelve familiar. Y hace lo que todas las generaciones de voces de mi familia han hecho.
Callar. Silenciar. Ocultar. Ocupar voces que no son suyas. Inmovilizarse. Inmovilizar. Esconderse. Huir. Imprimir miedo.
¿Por qué estas enfadada? Otro reproche. Me enfado porque es la única forma de sacudir la voz, de obligarla a que se distancie de la familia. Lo familiar ahoga.
Mi voz siempre está en lucha, afilada, porque el por qué eres así está por todos lados.
Y se pierde.
Se esconde. Se agazapa. Se enfada. Grita.
Mi voz siempre está en guardia. Mi voz ha domado al grito. Mi voz se ha convertido en escudo y espada, en piedra y antorcha. Mi voz ha conocido el arte de la vehemencia y ha hecho acopio de armas afiladas.
Pero mi voz duerme a los cachorros. Mi voz hace el amor. Envuelve y calienta. Mi voz ríe y te hace reír. Mi voz se sonroja cuando me miras y tropieza porque quiere invitarte a un café pero no sabe con qué voz.
Mi voz ha aprendido técnicas como la de moverse por todo mi cuerpo y ser expulsada por lugares insospechados. Sabe salir por el lugar que le da la gana. De mi cabeza, de mi hombro, de mi cuello, de mi pie.
Mi voz se nutre de la tierra y nace en mi sexo.
Mi útero, mi vientre; de mi vientre sale mi voz y mi vientre es grave porque mi vida, la de verdad, la que cuento, la mía; empezó cuando mi vientre se llenó de otra vida. Otra.
Y sola se tuvo que defender y atacar y proteger y nutrir y cazar y someterse y luchar y amar y reír y llorar y caer y perderse.
Mi voz es mi arma.
Mi arma está fabricada a partir de materiales nobles e innobles, orgánicos, reciclados y tóxicos. Mi voz es todo lo que he tenido que tragar y lo que he vomitado y lo que me negué a comer y como.
Mi voz cuenta historias como la de esa niña que no encajaba en patrones ni moldes y unos médicos a los que no les gustó su voz le diagnosticaron un trastorno olvidado.
Por qué tienes ese cuerpo… así no fue exactamente pero la voz de mi cabeza de niña así lo tradujo. Nunca llegarás a ser bailarina porque mírate, te gustan demasiado las magdalenas. Y mi voz se disfrazó de sonrisa educada a la espera de que el adulto sacara una lanza y se la clavara en el corazón a esa profesora.
Y mi voz se enfadó porque odia las sonrisas educadas. Se enfadó porque el adulto no me defendió.
Y mi voz quiso librarse del cuerpo que la sustentaba.
Y se perdió.
¡Cuánto ahoga la tristeza!
Mi voz es la de la niña triste porque no era bonita, la niña enfadada porque la callaban; la de la voz fibrada y musculosa porque encontró salidas para que su voz saliera de la cueva.
Mi voz es la de la abuela que ya no quiere hablar más, solo abrazar y dar besos de abuela.
Mi voz solo quiere mimar a su prole y a su gata.
Por qué tienes esa voz…
Cada vez que me has dicho por qué tienes esa voz, me he perdido.
Y lo que no esperabas es que, al perderme, encontraba mundos no familiares que tú ni te imaginas que existen.
Por qué tienes esa voz…
¿Por qué a ti no te gusta?
Al contar la historia de mi voz, las sombras desaparecen.
¿Me cuentas tu historia?
¿O tus sombras ahogan tu voz?